Quique y yo estamos de acuerdo, hoy teniamos que haber estado en Roma, hemos quedado allí para la Canonización.
Hoy han beatificado a Juan Pablo II, el Papa que se metió el mundo en el bolsillo desde que salió al balcón, aquel 16 de octubre de 1978, por su humildad, su simpatía y su fe.
Después, en el discurso de comienzo de su pontificado, empezó la revolución con aquel ¡No temais!¡Abrid, más todavia, abrid de par en par las puertas a Cristo! Es llamativo que esa llamada a la entrega tuviese una repercusión tan positiva en la juventud mundial, luego nos creemos que hay que hacer el camino fácil a los jovenes y va y son atraidos por el compromiso que pedía aquel Papa.
En 1982 si estuvimos listos Quique y yo y, además de acudir a un Bernabeu repleto de jóvenes donde nos habló de respeto a la vida y defender a los inocentes (ese es mi recuerdo), fuimos a cantarle las mañanitas, Quique sabía donde se alojaba, lo que no sabiamos muy bien era cual era el coche que nos prestó mi cuñado Vicente, de hecho estuvimos bastante rato intentando arrancar el de un vecino, al final se aclaro todo y llegamos a tiempo de cantar, junto con unos 20 locos más, y de ver como el Papa salía divertido a saludarnos.
Sin duda Juan Pablo II fue un regalo para el siglo XX, no sólo para el mundo católico. Todos reconocemos su influencia en grandes y significativos acontecimientos, como ejemplo la caida del muro o, como leí el otro día, su fructífero esfuerzo por evitar la guerra entre Chile y Argentina, pero solo cada uno conocemos como influyó su actitud, su empuje, su ejemplo y sus palabras en nuestras vidas.
Volví a ver a Juan Pablo II, esta vez fuimos todos a Roma, nunca pensamos en pedir una audiencia con el Papa porque nos parecia misión imposible. Fue él el que nos buscó a nosotros, llamaron del Vaticano a la residencia donde estábamos, preguntaban insistentemente por un grupo de Toledo, tanto insistieron que la monjita, después de muchas negativas y por ver si cerraba el tema les dijo: Mire usted los únicos españoles que hay aquí son unos padres y sus once hijos. Fue suficiente, preguntaron que si nos gustaría ver al Papa, la monjita quedó en preguntarnoslo.
Al día siguiente, 13 de agosto de 1997 el Papa nos recibía en la sala Pablo VI abarrotada de gente pero a nosotros además nos saludó al final, ninguno lo olvidaremos, nunca dejó de parecernos un milagro, esa misma tarde volvimos a España en un viaje ya programado, todo muy a medida.
Tienes memoria y yo escribo desde algo parecido a un teclado en un lugar semejante a un cibercaf'e. VIVA EL PAPA.
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